Una estrella.

Tranquila,
ya estoy en casa.
No tengo frío,
estoy bien.


De entre la tupida lista de las palabras desconocidas para mi resalta una con bastantes letras iguales, de esas principales, de esas de conquista, de esas. Y tiene un brillo, es todo un camino que alarga hasta la fuga, un concéntrico tomarse el tiempo para escuchar una canción. De entre los años llega su melodía, las guitarras limpias con electricidad, las olas, el teclado de viento y ese eco en la garganta de un animal, ánima, ánimo.

Me quedo así, aquí sin buscar otra vez, ya sé cómo suena, ya lo tuve, ya sé a lo que me suena, pero no conozco aún la mal llamada definición. Tendré que tragarme una palabra profunda y decir "¡Qué suave!", y sonreír silente y entrecerrar los ojos y subir al camión y mirar por la ventana y estirar los brazos desde éste centinela cuatro patas.


Tensa mantiene la temperatura del cráneo su torre. Miro al cielo, es de noche; arriba en lo negro veo una estrella con aura con fuego y blancura, con espuma, espesa, de gas; solo una de ellas allá, que evapora la oscuridad.


Llego a casa, toco la puerta. Ataraxia continúa el recital dentro de mi. Se viene en cascada la armada de esas veces en que la misma marea regresa el cuerpecillo a su lugar, la tierra, la arena.

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