Estampida.
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Ilustración: HRNLZ.tumblr.com |
Todo portón se encuentra
ahora en amarillo, y el dulce del calor no se equivoca cuando sube a la mente loca,
y lo sabe, si la base se pierde sin caminar, lejos de casa pero en un lugar,
árido rumbo, comisura postergada, tránsito leve del silencio de un bosque triturado,
trastornando alto la frente húmeda de los nacidos recién, que abren sus
miembros, estallando a la Φ potencia.
He encontrado insectos
charlando y sonriendo sin importar si me voy o si los veo, ellos no saben que
ahora empiezo un nuevo y cretino ombligo de mi sustento, con tangibles
posiciones y el cero y la nada de lado de la frescura empalagosa de la muerte a
color.
Me he dado cuenta de las
predestinaciones y encuentro poco satisfactorio el hecho de tener que conservar
la estatua en un momento justo, cuando a punto cae, y las nueve, y las
estrellas dobladas por la mitad y la noche y la perforación que el valor dejó
en esqueletos de universo.
Es perverso encontrarse a
todos en un sólo momento, pero alguien no buscaba nada más que satisfacción de
algún proyecto pobre pero noble, esa persona eras tú cuando jugabas a cerrar
los ojos y abrir la boca entre la peste y escondías bajo la tela manchas de
exterminador que lloraba como histrión.
Suceso, relámpago.
Absorción de impacto cuando las piedras se cobijan de esa ilusión pesada y
deliciosa. No han salido de sus chozas los de raza original, los calmados, los
aguerridos, los temidos por los dioses, las bestias enmarcadas, quienes tienen
cantidad de propiedades químicas, los genios biológicos, las normas, las
minorías, la ruptura estética, los ascetas, el líquido del brillo.
Conjetura entonces
disparar el arma y lanzar la mitología a la mierda sólo porque el equilibrio no
sabe que puede sostenerse en hilos blancos metálicos. Repeler la historia de un
mordisco es, con ahínco, el flanco que debimos observar antes de llegar a
insultarnos, pues, han cambiado los asnos, que carcomen, que vigilan las
mediocres cumbres que les quedan del cadáver.
Echando todo a perder se
esclarece la metódica orgía y suena el foco de la incandescencia. Existía
bastante polémica, mucha basura. Fluidos por las compuertas abarrotadas. Cantos
y mantrams. Nadar en ecología parecía igual a morir, gritando elegías,
porfiando a la maldita que nos rehusó, dejando que la alegría penetre en otra
acción, distinta de las que ahora pueblan las horas de melancolía que pareciera
infinita y no lo es.
La balanza resucita y
recibe una invitación. Hace falta llegar a la cita con el doctor. Ser grande es
la equívoca pretensión, la ofensiva, primitiva alquimia de inflación.
Corren caballos de oro,
cruzando erosión en tierras que ya nadie habita.
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