Basura.
Bajo tres símbolos estaba esa fragancia que rozaba enérgica contra la máquina, despertó sin pedir nada. Moribundo el turno que tocaba dentro de un círculo que movía su luz para perforar el líquido oscuro de los alrededores. Los alces carroñeros habían perdido ya el color que estubo dentro. -Sabes, está extinta tu nación-. Sonriendo cuatrocientas veces vomitaron parejas de flores cada que chocaban con un rayo de sol cristalizado. La mugre era evidente, los motores modernos no hacían tanto ruido. La música venía de allá, de la piel con que el ópalo torcía la vereda solitaria. El camino blanco, de cabeza confundió al torrente de soldados. En la niebla transparente se dolían las lenguas resecas, eran ya muchos suspiros para la flota de humanoides omega.
Exhalaron. La fuerza de los músculos, los ojos de pupila gigante de los cielos eran una copia del abismo. La sangre de las bestias se conformaba con darle un beso a la excavadora. Las uñas seguían vivas y las tonalidades conformistas asombradas eligieron continuar. -¿Porqué?-.
1315-B se unió a ellos bufando con felicidad, era la época la que no sabía nada. Las cuatro estaciones formaron un séptima en combate y subieron las escaleras del pentagrama. Algo roto les hizo darse cuenta de su error al contagiarse dócilmente por el gobierno. No eran más que tímidos guerreros que sólo sabían dañar con sus colmillos cerebrales. El rito del sueño fué vencido por una alarma pasajera que caía gota a gota en el paraíso. La campana de mercurio caía delicada en sus labios como elixir vegetal. -¡Alto!- giraban, silenciosos, con sus armas apocalípticas queriendo un poco más de huesos para sus estómagos vacíos y sin piernas.
Ese momento fué cuando encontraron un tesoro en los despojos, algo que ya no servía, un vestigio de colonización. La victoria continuaba. El mamífero mordía la roca putrefacta pero no podía continuar. La sal implotó entre el montículo de autos asimétricos dando sonora carcajada en absorción de blancura.
Exhalaron. La fuerza de los músculos, los ojos de pupila gigante de los cielos eran una copia del abismo. La sangre de las bestias se conformaba con darle un beso a la excavadora. Las uñas seguían vivas y las tonalidades conformistas asombradas eligieron continuar. -¿Porqué?-.
1315-B se unió a ellos bufando con felicidad, era la época la que no sabía nada. Las cuatro estaciones formaron un séptima en combate y subieron las escaleras del pentagrama. Algo roto les hizo darse cuenta de su error al contagiarse dócilmente por el gobierno. No eran más que tímidos guerreros que sólo sabían dañar con sus colmillos cerebrales. El rito del sueño fué vencido por una alarma pasajera que caía gota a gota en el paraíso. La campana de mercurio caía delicada en sus labios como elixir vegetal. -¡Alto!- giraban, silenciosos, con sus armas apocalípticas queriendo un poco más de huesos para sus estómagos vacíos y sin piernas.
Ese momento fué cuando encontraron un tesoro en los despojos, algo que ya no servía, un vestigio de colonización. La victoria continuaba. El mamífero mordía la roca putrefacta pero no podía continuar. La sal implotó entre el montículo de autos asimétricos dando sonora carcajada en absorción de blancura.
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