Estupideces

Algunos insectos se pasan con la bebida, HNLZ, 2010.


El ambiente se viste como una puta, una modelo, un mantel condecorado con trabajos persistentes y tranquilos que alguna joven anciana dedicó sin querer a la empresa de quienes pasan por las vidas de otros sin dejar mas que incomodidad.

La película es clásica y la lentitud ejerce ese blanco y negro y medias luces borrosas entre humo de sobreexposición.

El ruido de algunas computadoras sobrecalentadas puede permitir darnos cuenta de que los sueños y la realidad y la verdad y la mentira y la sopa aguada y los perros muertos son casi lo mismo, o al menos no pueden delimitarse demasiado cuando la vigilia adelgaza y te hace regresar de aquél paseo solitario donde dicen que los centros infinitamente alargados se separan del carruaje.

Todas las canciones de amor dejaron mucho qué desear, especialmente aquellas que exaltaban la ausencia.

La sangre se vio correr junto al tequila, la melodía era dulce, la madrugada florecía, los buenos sentimientos era un esconderse de la policía, los niños despertaban al asueto y quedaban boquiabiertos sin comprender, solo sintiendo, entre una balada cubana empalagosa con violines y altos tonos y coros angélicos y rabia e inconsciencia.

¿Así es la belleza? Si, nadie lo tiene todo. Debajo de las flores la tierra la sepulta y se atraganta de ella y esto es insoportable.

Ya lo dijo Sinatra, ya conocemos ese estado de superioridad, ese momento en que sonamos a coyotes y viajamos por los aires convertidos en gigantes. Igual que en la rabia, la habitualidad, al final demuestra que las cosas dichas, son eso, trastos, tiernas tonterías, peligrosas estupideces, algos, que terminan por deformarse ante el espejo.

Balanzas derretidas, huesos destrozados para siempre.

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